Josefina Báez: Desde La Romana a Manhattan, una Vida de Arte, Identidad y Devoción
- Serie 26 La Romana
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La Romana.- No fue cuando aterrizó en Nueva York en 1972 que Josefina Báez supo que había llegado a Nueva York. Fue después.
Una mañana fría, su hermano mayor la sacó del apartamento en Manhattan Valley, le pidió que respirara profundo y soplara el aire como si fuera humo. Y cuando vio salir vapor de su propia boca, supo que estaba en otro mundo. “Ese fue el día que llegué a Nueva York”, dice.
Pero antes de esa escena, antes del aire helado y los árboles sin hojas, estaba La Romana. Josefina nació aquí, en este pedacito del este dominicano donde también nacen muchas historias de lucha, arte y migración.
Desde niña sintió que era una inmigrante en su propia tierra, por eso dice con claridad: “Toda persona de clase trabajadora es un inmigrante en su propio país”.
Hoy, desde el corazón de Manhattan, Josefina no solo representa a La Romana, sino a toda una comunidad que ha hecho de la migración una forma de vida, de arte y de resistencia.
Nueva York como un Batey
Para ella, Nueva York no es simplemente la ciudad donde ha vivido por más de 50 años. Es su batey. “Nueva York es un batey dominicano, el batey Manhattan”, dice. Un lugar donde la gente se conoce, donde se lucha y se comparte. Así como en los bateyes de La Romana: lugares de encuentro, de sudor, de raíces fuertes.
Josefina llevó a la Gran Manzana lo que ya era en La Romana: mujer negra, trabajadora, espiritual, devota. “Yo no llegué a Nueva York desde cero, yo llegué desde lo que ya era”, asegura. Y eso la ha definido como artista.
Una Artista Inclasificable
Hablar de Josefina Báez es hablar de una mujer que ha roto todos los moldes. No hay una sola etiqueta que la abarque. Es dramaturga, actriz, bailarina, poeta, escritora y directora. Y todo eso lo ha logrado de forma autodidacta, autogestionada e independiente.
Pero si hubiera que resumirla en una sola palabra, sería devota. “Soy devota de la vida, de la muerte, de la belleza, de las transiciones”, dice. Y esa devoción se siente en cada una de sus obras.
Uno de sus trabajos más conocidos es Dominicanish, una pieza teatral que cuenta, con humor y profundidad, cómo se vive la experiencia de ser inmigrante dominicana en Estados Unidos.
En ese universo, Josefina juega con el idioma, lo mezcla, lo rompe y lo reinventa. Para ella, el spanglish no es una limitación, sino una oportunidad creativa. Es un lenguaje propio. Es identidad viva.
De La Romana a los Archivos de Columbia
Recientemente, Josefina Báez se convirtió en la primera dominicana en ingresar a la prestigiosa colección de arte y activismo latino de la Universidad de Columbia, conocida como LAAS. Este archivo guarda las memorias y creaciones de artistas y activistas latinos vinculados a Nueva York.
Para muchos, es solo una colección. Para Josefina, es un espacio vivo. En ese archivo reposan dos cajas con sus pertenencias más personales: manuscritos, fotos, cartas, folletos, teorías sobre su forma de hacer arte, como su “antología del performance”, que para ella es una manera de cuidarse y mantenerse cuerda en medio de la creación constante.
“Es cómo me cuido, cómo cuido mi cuerpo y mi salud mental”, explica.
Y lo más importante para ella es que este archivo no se hizo después de su muerte, sino con ella viva, con su voz, su cuerpo y su historia aún caminando. “El archivo está vivo y me está enseñando cosas sobre mí misma”, dice.
Un Legado para La Romana y el Mundo
El ingreso de Josefina a esta colección no es solo un reconocimiento personal. Es también un orgullo para La Romana. Es un recordatorio de que desde nuestras calles, desde nuestros barrios, nacen voces capaces de transformar la forma en que se piensa el arte, la migración y la identidad.
Frances Negrón-Muntaner, la académica puertorriqueña que dirige el archivo, afirma que Josefina fue “un regalo”. “Esto es exactamente por lo que se creó esta colección: para preservar materiales que transforman las narrativas dominantes”, señala.
Y aunque Josefina ha vivido muchos años fuera del país, su raíz sigue siendo romananense. Porque como ella misma dice, uno llega a Nueva York con todo lo que ya es. Y lo que ella es, se formó aquí, en esta ciudad de caña, mar, cultura y resistencia.
Su historia nos recuerda que el arte también nace en el batey. Que desde La Romana también se puede llegar al corazón de una de las universidades más prestigiosas del mundo. Que nuestra voz, cuando es auténtica, no necesita pedir permiso.
Y como escribe ella misma: “Amor, and more, add more”. Amor y más. Porque a Josefina, como a tantas de nuestras madres, tías y hermanas, le ha tocado siempre dar más.